Relatos de parto con nuestro equipo

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El día que me quedé embarazada, supe que quería vivir el momento más emocionante de mi vida con @entuparto. Porque cuando confías plenamente en las personas que te acompañarán en ese momento, todo fluye.

Inicié las contracciones en casa, sobre las 3AM y el ritmo e intensidad fueron aumentando poco a poco durante la madrugada. El dolor era muy fuerte pero podía soportarlo, estaba convencida de que era solo el principio. Ingresamos sobre las 6AM, llegó Elena y haciéndome un tacto sus ojos se iluminaron. Descubrimos que estaba dilatada por completo y yo no me lo podía creer. Sin embargo también vimos que el bebé venía de frente, por lo que al tener menos sitio, iba a dificultar tener un parto vaginal y quizá podría acabar en cesárea. Pero lo íbamos a intentar todo para que fuera vaginal.

Ingresé en Unidad de Parto Natural para empezar el expulsivo en la bañera. Elena me preguntó si tenía ganas de empujar y al decirle que sí, me dejé llevar por ella, me guió con los primeros pujos y con sus ánimos empecé a hacer fuerza en cada contracción. Aquí descubrí que el dolor no implica sufrimiento sino todo lo contrario, me daba fuerza para empujar más fuerte. No usé epidural, ni me acordé de ella en todo el parto, tampoco necesité pedir óxido nitroso ni ningún tipo de analgesia más que el agua caliente de la bañera. Así que podía sentirlo todo y era consciente de lo que iba pasando. Estaba tranquila y escuchando a mi cuerpo me fui dejando llevar. Al poco tiempo llegó María, mi ginecóloga y las dos estuvieron conmigo dándome fuerza en cada contracción. Más tarde salimos de la bañera y pasé a la silla de partos donde apoyaba mi espalda sobre mi pareja que me iba acariciando entre contracciones.

En cada contracción sacaba toda la fuerza para empujar y poco a poco el bebé empezó a asomar. María y Elena me preguntaron si quería verlo en el espejo y aunque pensé que me daría impresión, poco a poco fui atreviéndome a mirar más y eso me daba más impulso para empujar. Pasado un tiempo, ya estaba cada vez más cerca, llegué al aro de fuego y sabía que eso sólo significaba que de verdad quedaba poco para tener a mi bebé en brazos. Seguí empujando con todas mis fuerzas y me dijeron que ya estaba aquí, que si quería cogerlo y terminar de sacarlo con mis propias manos. Así lo hice y no pude sentir más emoción al notar su pequeño cuerpecito caliente cubierto de vérnix sobre mi pecho.

Con el bebé en brazos, pasé a la camilla y ahi alumbré la placenta, me dieron algún punto y mi marido cortó el cordón umbilical. En cuanto vieron que estaba todo bien nos dejaron solos haciendo piel con piel y en esos instantes mi pareja y yo nos emocionamos juntos por primera vez siendo una familia de tres.

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