La primera vez que contacte con entuparto, tenía 18 semanas de gestación. Venía estudiando e investigando desde hace tiempo y tenía muy claro que quería un parto con la menor cantidad de intervenciones posibles.
Desde el primer momento Elena me transmitió muchísima confianza y respondió a todas mis dudas con una vocación y amor impresionantes.
Si bien yo sabía que eso era lo que buscaba para parir a mi beba, me tomé el tiempo de seguir averiguando en hospitales públicos, privados y con otros equipos. En el fondo siempre supe que Helena, mi hija, iba a nacer con el equipo de entuparto pero no fue hasta las 29sdg que contraté al equipo.
Mientras indagaba donde parir, fui aprendiendo muchísimo sobre hipnoparto, respiración y parto fisiológico. Al mismo tiempo, seguí con mis entrenamientos de fuerza en el gimnasio (obviamente adaptados) y me apunté a clases de entrenamiento funcional y pilates para embarazadas.
La preparación física y mental para llegar lo mejor posible al día del parto fue un pilar importantísimo durante mi embarazo. Esto implicaba tener muy claras mis preferencias pero siempre con la mente abierta de que las cosas podían cambiar hasta el último segundo.
El día martes 29/5 fuimos con mi esposo al hospital a hacernos monitores por primera vez, estaba de 37 sdg. En esa consulta estuvimos charlando con Elena y Vicky. Escuchamos los latidos de la bebe, repasamos el plan de parto y coordinamos el siguiente monitoreo.
Ese mismo día por la tarde me di cuenta que había expulsado el tapón mucoso. Sabía que eso significaba que el útero estaba comenzando a madurar pero que podría tardar horas o hasta semanas en haber cambios significativos. En mi cabeza el parto no se iba a activar hasta pasadas las 40/41 semanas por ser primeriza, así que esto me tomó un poco por sorpresa.
Al día siguiente, volviendo de cenar con unos familiares comencé a notar unas sensaciones extrañas en el bajo vientre similares a los dolores premenstruales y le dije a mi esposo en broma “esta peque no esperará a las 41 semanas…”
Esa noche la pasé despierta en el salón de mi casa con contracciones. Todas bastante irregulares (una o dos por hora) y de una intensidad bastante manejable. Donde mejor soportaba las contracciones era encima de la pelota de pilates.
Lo que sí me sorprendió fue que con cada contracción sentía muchas ganas de ir al baño y que trás cada ola, la beba se movía muchísimo. En cada contracción respiraba con la técnica “ascendente” de hipnoparto: 4 inhalaciones / 8 exhalaciones. Sabiendo que tras hacerla 3 o 4 veces la contracción habría terminado.
El jueves, tras pasar la noche sin dormir, decido escribirle a Elena para contarle las novedades. Una vez más, ella me transmitió mucha confianza, me dijo que probablemente la peque estaba muy encajada y por eso con cada contracción se presionaba el recto y tenía esa sensación de ganas de ir al baño, que era una noticia fantástica y que dentro de no mucho tiempo iba a conocer a mi bebé.
Ese jueves, viendo que el parto sería más cerca de lo imaginado, mi marido y yo nos pasamos el día haciendo las últimas compras necesarias para armar el bolso y fuimos a la casa de una amiga que me prestó su máquina TENs (aliada fundamental en mi trabajo de parto).
Sin darnos cuenta, caminamos a lo largo del día más de 10km…
Esa noche, al igual que la anterior, me la pase con contracciones irregulares, pero como ya sabía un poco como iba la cosa, entre contracción y contracción intentaba descansar y dormir.
El viernes cuando me levanté, supuse que las contracciones frenarían como había pasado la noche anterior, pero esto nunca ocurrió.
Cerca de las 10am me vuelvo a comunicar con Elena para contarle cómo había pasado la noche y que las contracciones, si bien seguían siendo muy irregulares, no estaban frenando.
Elena con mucha alegría comenta que mi cuerpo se estaba preparando para iniciar el trabajo de parto, que intente descansar porque era muy probable que la cosa se active durante la noche y que hasta había chances de que nos tuviéramos que ver en el hospital.
Cerca de las 15hs, después de haber pasado toda la mañana con contracciones muy irregulares, decidí meterme en la bañera donde conseguí estar casi una hora sin contracciones. Aprovechando la pausa, decidí acostarme unos 20 minutos para descansar, cuando una ola muy intensa me levantó.
A partir de ese momento, las contracciones se hicieron muchisimo mas intensas, mas seguidas y comence a tener temblores en el cuerpo, síntoma del cual no había escuchado antes.
A eso de las 19hs vuelvo a comunicarme con Elena para contarle cómo seguía todo, comentarle sobre los temblores y confirmar que podíamos seguir en casa (para mi era muy importante quedarme en casa lo máximo posible para que el traslado al hospital no “tirara hacia atrás” el trabajo de parto. Sabía que llegar muy pronto al hospital suele relacionarse con cascadas de intervenciones innecesarias).
Tras hablar por teléfono con Elena, decidí ponerme los TENs y a partir de ese momento pude comenzar a controlar las contracciones de manera diferente. Cabe aclarar que nunca deje de utilizar la técnica ascendente de respiración, sin importar que tan intensa era la contracción. Cuando no podía hacerla, mi esposo me ayudaba a que la hiciéramos juntos.
Quedamos con Elena para volver a hablar a las 23hs. Cuando me llamó, yo estaba nuevamente en la bañera. Las contracciones no frenaban pero en el agua caliente y con la playlist que me había preparado para ese momento pude entrar en un estado de relajación que me permitía pasar cada contracción muchísimo mejor.
Al salir de la bañera, las contracciones se intensificaron aún más, tanto en frecuencia como en intensidad.
Aproximadamente una hora más tarde decidimos volver a contactarnos. Elena nos dijo que ella ya se encontraba en el hospital y nos preguntó que queríamos hacer, sabiendo que yo todavía podía controlar la intensidad de las contracciones. Con mi esposo decidimos quedarnos un rato más en casa dentro de la bañera y a las 2:45hs encontrarnos con el equipo en la unidad de parto natural.
Esa última bañera fue una de las experiencias más increíbles de mi vida. Fue una hora entera de tener los ojos cerrados y estar en una especie de trance. Mi esposo me recuerda que tenía dos tipos de contracciones, unas que eran super intensas donde yo solamente podía hacer sonidos guturales y gritar, mientras que había otras, igual de intensas, pero donde yo lograba conectar con mi cuerpo y pedirle que se abriera. Él me cuenta que yo sonreía y le hablaba a mi beba, abría las piernas y le hacía lugar para salir.
Cuando salí de la bañera y empezamos a prepararnos para ir al hospital, comencé a sentir una contracción sumamente intensa y con muchísima presión tras la cual rompí la bolsa como un tirando baldazo de agua al suelo. Recuerdo mirar el piso, mirar a mi esposo y comenzar a reír.
Acto seguido, le dije “tenemos que irnos YA”, puesto que sabía que después de romper la bolsa las contracciones se volverían muchísimo más intensas e incluso más seguidas. En este punto el nivel de intensidad era realmente muy elevado.
En ese momento, mi esposo me vuelve a poner los TENs en la espalda (me los había sacado para entrar al agua) mientras que llama a Elena para contarle. Elena nos dice que nos estará esperando con la bañera llena.
El uber tardó cerca de 10 minutos en llegar, lo cual me dio tiempo a tener 2 o 3 contracciones en el camino, siempre con el TENs a tope. Tuvimos unos 12 minutos de viaje al hospital donde la respiración fue mi gran aliada.
Una vez en la unidad de parto natural, nos estaban esperando Elena y Vicky. Al ingresar me piden autorización para hacerme un tacto y ver qué tan avanzada estaba (lo hemos hecho parada porque tumbada era la posición donde más me dolian de las contracciones).
Para mi sorpresa, estaba de 10cm y con la cabecita de mi beba muy baja. No nos lo podíamos creer.
Rápidamente me meto a la bañera donde comienzo a sentir una contracción muy fuerte y con ella el famoso “aro de fuego”. Tengo que decir que en ese momento me acojone mucho y creí no poder hacerlo.
Mi marido me miró, me dijo que si podía y comenzó a respirar para que yo pudiera imitarlo.
En la siguiente contracción ya había salido la cabeza de mi beba y a los 25 minutos de haber pisado el hospital, Helena ya estaba encima de mi pecho.
Esperamos a que el cordón deje de latir para que mi esposo lo cortará y un poco después, pude alumbrar la placenta.
Sin dudas ha sido la experiencia más intensa, transformadora y trascendental de mi vida.
Fue un desafío mental constante y me ha demostrado la fuerza implacable que tenemos las mujeres para parir a nuestros bebes.
He conseguido tener un parto fisiológico, sin intervenciones, en el agua y con un perine integro. No he sufrido desgarros ni he tenido puntos.
Las dos horas después del nacimiento junto a mi beba y mi esposo han sido maravillosas.
Mi agradecimiento a Elena y a todo el equipo de En tu parto y Natura Materna que me han acompañado y empoderado durante todo el proceso.
El poder relajarse y confiar en las personas que te acompañan no tiene precio.
Si pudiera volver a repetirlo, lo haría una y mil veces. No cambiaría absolutamente nada.